Sigo allí, contemplando lo iniMAGINAble, en plenitud, sonriendo por dentro de la sorpresa.
La niebla se abre y me enseña lo esencial, siento que mis pupilas se dilatan al descubrir el inmenso paisaje calizo teñido de blanco. La verdad, la de mi alma, está en algún lugar parecido a estas montañas.
Escribo estas palabras para intentar mantenerme allí un poco más, avivando el recuerdo que aún sigo viendo nítido, como si compartirlo lo hiciera imborrable…
Los árboles que se mantienen en pie, en soledad, permiten calibrar las dimensiones de este circo de la naturaleza. Su presencia, su silueta, me sorprende en medio de este desierto blanco y dibuja una nota de «color» en la monotonía de sus formas. Todo está callado, pero presente. La fascinación me hace feliz, me da la energía de un niño, la belleza es el alimento del espíritu, no me cabe duda.
Mientras caminamos por lo desconocido, envueltos por la niebla y los caprichos de la montaña, siento que el resto de la comitiva está igual de feliz que yo. La épica del momento, la adrenalina y la confianza en el equipo me embriagan y me calman al mismo tiempo.
Seguimos las huellas del camino como si lo conociéramos de toda la vida, hay pocas dudas pese a la ventisca. La necesidad, el frío y la experiencia nos llevan en volandas hasta la cumbre. Juraría que alguien nos hubiese estado abriendo camino…Jamás me he sentido tan acompañado y seguro en unas condiciones tan hostiles.
Como siempre, tras la tempestad viene la calma, y la montaña se descubre el rostro premiando nuestro esfuerzo. Lo comento con Antonio. Siento una vez más que la resiliencia tiene recompensa. Aprovecho para hacer las primeras fotos del día, antes era cosa de valientes…
Hemos llegado a los coches y sigo montado en una nube, con una especie de euforia contenida, de esas veces que sabes que acabas de vivir uno de esos momentos que cuentan.
Gracias por haberlo iMAGINAdo conmigo una vez más.
Un abrazo grande.
Al regreso del pico Mágina (2167 msnm), Jaén, 12 de febrero de 2023.
Raúl Gómez